Autor: Agustin Acebes Fuertes
Nos has acompañado muchos años y ahora te vas. Te han finiquitado. Una víctima más. Trozo de plástico cuadrado, antes imprescindible y ahora reliquia. Fuiste reflejo de nuestras interioridades. Todo lo veías: cabeza, tronco y extremidades. Eras ayuda y aliado, todo
un clásico en la historia de la medicina. Acompañante fiel en la mesa del galeno.
Todos conocían de tu existencia y reclamaban tu protagonismo: “¿Me hará usted unas radiografías, verdad doctor?”. ”Claro, claro, señora, serán de mucha ayuda”. Te amontonabas dentro de un sobre de diseño inconfundible. Lo mismo paseabas por la calle, de la cautelosa mano de tu dueño, que dormías largos sueños en la oscuridad de un sótano hospitalario.
Allí estabas tú, acompañando nuestro quehacer cotidiano. Te rebelabas, te retorcías y caías, pero ahí seguías. Empezaste mostrándonos pechos, huesos y rodillas, y ahora te atrevías con resonancias, escáneres y ecografías. Con todo podías.
Pero la “digitalización” te ha matado. ¿Recuerdas aquella bonita “Olivetti” que martilleaba rítmicamente el papel bajo mis veloces dedos, mientras tú colgabas silenciosa en la pared, con una luz blanca proyectando tu sombra sobre mi mesa? Ella hace tiempo que también duerme en el desván.
La informática ha llegado y se ha quedado definitivamente en nuestras vidas. Las pantallas pululan por doquier. La “red”, cual telaraña,se ramifica. Imparable. Ya sea en el banco, el aeropuerto, el hospital, o la CIA, nada sería ya lo mismo sin su compañía.
“Hospitales sinpapeles”, han acuñado allí arriba, y ahora también sin radiografías. Las imágenes no desaparecen (al menos de momento), pero volarán raudas y veloces desde los aparatos de radiodiagnóstico hasta las pantallas y los despachos. Ya no te necesitaremos, viejo y ruidoso trozo de plástico, aunque seguro que seguirás viviendo largo tiempo entre las herramientas del cerrajero, que agradecerá tus servicios con la cerradura más difícil, en tiempo récord y a minuta de oro. Otra forma de seguir siendo útil, querida radiografía.
¿Y sabes qué? Que probablemente nadie te hará homenajes ni te levantará peanas, pero contigo se marcha una parte importante de la historia de la medicina y sería injusto, muy injusto, no agradecer tu ayuda, vieja radiografía.
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