Autor: Félix Castañón
Hasta 1898, año en que el patólogo inglés Ronald Ross descubrió que la malaria la causaban las picaduras de un mosquito, se pensaba que esta era una enfermedad transmitida por el aire contaminado, de ahí que se le diera el nombre proveniente del italiano medieval “mal aria” que significa mal aire. Poco después se comprobó que los efluvios venenosos que se desplazaban por el aire y producían la enfermedad emanaban únicamente en las zonas pantanosas, por lo que también se la comenzó a llamar paludismo (“paludis” , genitivo del latin “palus”, que significa ciénaga, pantano, e “ismo” que en este caso vendría a ser acción patológica).
El primer paso importante en el esclarecimiento de las causas que originaban esta misteriosa enfermedad lo dio Laveran (1845-1922), médico y naturalistafrancés, premio Nobel de Medicina en 1907, por sus trabajos sobre la implicación protozoaria en las enfermedades. Aunque no fue capaz de identificar el mecanismo de transmisión de la enfermedad, sí identificó el parásito que la producía. Analizando la sangre de personas infectadas al microscopio descubrió que el causante era un parásito protozoario del género “Plasmodium” y que describió así : "Se trata de células pigmentadas, redondas o curvadas enforma de media luna, que se mueven como amebas".
Habrían de pasar unos cuantos años hasta que Ronald Ross (1857-1932), médico nacido en la India y de origen inglés, diera el primer paso importante para descubrir el mecanismo transmisor de la enfermedad. Después de varios intentos fallidos sin conseguir resultados, decidió volver a Londres en 1894, con la idea de abandonar la medicina y la ciencia pero se encontró con Patrick Manson, un eminente médico inglés que le habla de las teorías de Laveran y le muestra en el laboratorio cómo se comportan estos parásitos en el estómago de un mosquito. Las teorías de Manson iban por buen camino aunque fallaban en la teoría final: ”Los mosquitos chupan la sangre a los palúdicos; la sangre contiene esas semilunas que ha visto usted.... penetran en el cuerpo de los mosquitos, convirtiéndose en una forma resistente parecida a las esporas del bacilo del carbunco. Los mosquitos mueren..., caen al agua .... y la gente bebe el caldo de los mosquitos muertos...”. Ross maravillado volvió a la India y se dedicó a investigar con varios de estos insectos hasta que dio con el mosquito gris. Sabedor de que los pájaros también padecían paludismo decidió introducir una docena de estos insectos en una jaula con tres alondras infectadas comprobando como aquellos al picar y chupar la sangre de estas, absorbían también el parásito pudiendo comprobar su ciclo vital en el estómago del insecto. Corría el año 1898 cuando pudo demostrar que la malaria era transmitida a las alondras por el mosquito gris, si bien este no podía trasmitir la enfermedad en las personas.
Ese mismo año Battista Grassi (1854 - 1925), naturalista, zoólogo, y botánicoitaliano experto en el estudio de los mosquitos, recorrió las zonas más pantanosas y asoladas por la malaria en Italia estudiando el comportamiento de un buen número de mosquitos hasta dar con el que a la postre sería el vector del “plasmodium” : el Zanzarone, al quelos naturalistas habían dado el nombre de “Anopheles claviger”. Después de múltiples trabajos con personas que habitaban las zonas más afectadas consiguió demostrar que era este mosquito el único causante de la propagación de la enfermedad entre la población y cerrando también las teorías de Ross acerca de que ni el “Anopheles” podía transmitir la enfermedad a las aves, ni el mosquito gris podía transmitirla a las personas. Paradójicamente fue Ross quién obtuvo el nobel de Medicina en 1902 por su trabajo mientras que Grassi solo obtuvo el reconocimiento en su país.
El siguiente paso lo dio Fritz Schaudinn (1871-1906), zoólogo y bacteriólogo alemán, describiendo las especies de parásitos humanos que producen la enfermedad y que son vigentes hoy día: “Plamodium vivax” y “P.ovale”, que producen las fiebres tercianas benignas, en la que los episodios febriles son cada tres días, el “P.malariae” que produce las fiebres cuartanas, es decir, con episodios febriles cada cuatro días y “P.falciparum” que produce las tercianas malignas en las que los episodios febriles son diarios y que pueden producir la muerte por anemia grave. Los trabajos de investigación que permitieron describir completamente el ciclo vital del parásito se alargaron hasta mediado el siglo XX.
Con respecto a los detalles de esta enfermedad, es sabido que es la hembra del “Anopheles” la que propaga la enfermedad al picar a una persona ya infectada absorbiendo el parásito e inoculándolo al picar a otra sana. El ciclo vital del parásito, descrito por Ross, comienza cuando es absorbido de una persona contaminada, se desarrolla en las paredes del estómago del mosquito formando una especie de verrugas donde van madurando y siete días después la verruga se abre dando salida a un regimiento de cuerpos fusiformes que sorprendentemente se dirigen a la glándula salival, y de ésta, en grandes cantidades, los microbios jóvenes del paludismo penetran en la trompa del mosquito en donde esperan a ser inoculados a otro individuo. Y cuando esto ocurre, los parásitos se alojan en el hígado de la persona que ha sido infectada, donde maduran, para posteriormente penetrar en el torrente sanguíneo, infectando y destruyendo los glóbulos rojos.
La sintomatología se caracteriza por producir fiebre alta, escalofríos, sudores, dolor de cabeza, náuseas, vómitos, dolores musculares y color amarillento en la piel. También suele producir anemia, que en muchos casos conduce a la muerte, como consecuencia de la destrucción de los glóbulos rojos por los parásitos.
El caldo de cultivo imprescindible para la propagación de la enfermedad son las zonas pantanosas de las áreas cálidas y húmedas ya que es el hábitat por excelencia del “Anopheles”. Erradicado de países como España ( en 1965 se confirmó oficialmente la erradicación de la enfermedad en nuestro país, hecho que fue usado como propaganda política por el franquismo) o Italia a mediados del s.XX, hoy en día es una auténtica pandemia en las zonas tropicales de Asia , América del sur y sobre todo Africa. Cada año se ven afectadas alrededor de 500 millones de personas y mueren unos dos millones, de los que el 70% son niños (Según la OMS, solo en Africa muere un niño por minuto).
La historia de esta enfermedad es tan antigua como el hombre, así que pondré aquí un texto de Aulo Cornelio Celso (50a.C.25 d.C.) de su libro “De Re medica libri octo. III “[Traducción de Juan José Puigbó], donde se aprecia una descripción clínica exacta a la actual: «”Respecto a las fiebres, existe un tipo que es cuotidiana, otra que es terciana y un tercer tipo que es la cuartana. A veces ciertas fiebres recurren aun en ciclos más largos, pero eso es más bien raro… Ahora bien, las fiebres cuartanas poseen las características más simples. Casi siempre comienza con escalofríos y luego sobreviene el calor, y una vez que cesa la fiebre pasan dos días libres; para entonces recurrir la fiebre al cuarto día. Pero de las fiebres tercianas hay dos clases. Una clase que comienza y termina de igual modo que la cuartana, con la sola diferencia que deja un sólo día libre y recurre al tercer día. La otra clase es con mucho la más perniciosa y si en verdad recurre al tercer día, puede que el paroxismo de hecho ocupe las cuarenta y ocho horas o las treinta y seis, a veces algo menos o algo más, de modo que la fiebre no cesa enteramente durante la remisión, sino que sólo se vuelve menos violenta. A esta clase muchos médicos las denominan hemitritaion”».
Y otra de Hipócrates (460-370 a.C.) “Libro primero de las epidemias” (Traducido por Andrés Piquer) :
«”Entre las calenturas hay unas, que son continuas, otras que molestan de día a los enfermos, y quedan libres por la noche, y otras, en que por la noche hay calentura, y están libres de día. Hay también semitercianas, tercianas, cuartanas, quintanas, septimanas y nonanas. En las calenturas, cuando son contínuas, suele haber males muy acelerados, muy grandes y de gran peligro, y tal vez mortales. La más segura, la más apacible, y la más larga de todas es la cuartana, porque por sí misma no sólo tiene estas propiedades si no que libra a los enfermos de otras dolencias. La calentura, que se llama semiterciana, no sólo va acompañada de males vehementes, sino que es la más fatal de las que hemos propuesto…”».
En cuanto al tratamiento, alguna de las prácticas médicas que se utilizaban resultaban fatales para el enfermo. Por ejemplo, en la creencia de que era trasmitida por el aire se recomendaba evitar por todos los medios la exposición a determinados vientos, incluso recomendaban no ventilar las casas, con el fin de que esos aires no pudieran entrar, cuando en realidad, la falta de ventilación unida a la extrema humedad conformaban un excelente caldo de cultivo para la proliferación de bacterias, parásitos o gérmenes de todo tipo.
Otra práctica médica errónea era la prescripción de sangrías por la ignorancia de que la malaria producía anemia y que por lo tanto la enfermedad se agravaría al practicarle las extracciones de sangre.
Con respecto a los mecanismos de profilaxis colectiva se recomendaban:
1º-Acción sobre el terreno: los trabajos de saneamiento, como la desecación y drenaje de las zonas pantanosas, de las obras del ferrocarril, de las zonas mineras, de los arrozales, etc..La plantación de árboles de crecimiento rápido que absorben la humedad, por ejemplo eucaliptos o bambúes.
2º-Acción sobre el vector: Petroleado de las aguas inmediatamente después de la puesta de los huevos, consiguiendo así la destrucción tanto de estos como de las larvas. Tirar en el agua estancada hojas de higuera de la India (“Opucica vulgaris” ; de ella sale un líquido glutinoso que se mezcla con el agua y asfixia a los parásitos). También procedimientos larvicidas, como el uso de aceites minerales o «Verde París», o la introducción de la gambusia, pez de agua dulce voraz devorador de larvas.
3º-Acción sobre los individuos: Protección de las habitaciones con telas metálicas especiales. Protección de las partes descubiertas del cuerpo con vestidos especiales. Aislamiento total de los enfermos, ya que contaminan al mosquito que les pican diseminando así el paludismo. Salir solamente de día, ya que es cuando los mosquitos duermen. Filtrar o hacer hervir el agua para beber. Empleo de sales de quinina como profilaxis.
Ya al final de la primera mitad del s.XX aparece el DDT que permitió una lucha más
eficaz contra los mosquitos transmisores.
En cuanto al tratamiento farmacológico decir que consistía básicamente en el uso de sales de quinina y arsenicales, aunque el más eficaz sin duda era la quinina y todos los derivados de la corteza de quina.La primera referencia escrita en Europa del poder curativo de la quina se debe al agustino Antonio de la Calancha que ofreció una breve noticia sobre el llamado «árbol de las calenturas» en 1638 y es en 1820 cuando los farmacéuticos franceses Pelletier y Caventou lograron aislar dos de los alcaloides de la corteza de quina: la quinina y la cinchonina.
La quinina se podía dar por vía oral en obleas, por inyecciones intramusculares o intravenosas y en enemas y era administrada en forma de clorhidrato, sulfato o bisulfato.
Se usaban también sucedáneos de la Quinina como la cinconina en obleas, aunque nunca podían reemplazarla.
Con bastante anterioridad a la quinina, de origen sudamericano, ya la medicina china recomendaba el uso de plantas que contenían principios activos eficaces, como la “dichroa febrífuga” , pero sobre todo la “Artemisia annua” de la que se han derivado los antimaláricos más eficaces que usamos hoy.
En cuanto a los arsenicales eran muy inferiores en eficacia con respecto a la quinina, pero se consideraban un coadyudante precioso. Por ejemplo, se prescribía el cacodilato de sosa, el arrenal, también el arsenobenzol, o mejor el novarsenobenzol (primeros quimioterápicos registrados por Bayer para tratar la sífilis), todos ellos por vías intravenosas o intramusculares.
En los casos rebeldes a la quinina las medicaciones yodadas podían ser eficaces impidiendo el desarrollo de la fiebre y reactivando la quinina. También en casos graves se recomendaba la adrenalina o los extractos suprarrenales. Además se utilizaban medicamentos reconstituyentes como el hierro, estricnina, fosfato de cal y tónicos de kola.
Pondré aquí algunos textos acerca del tratamiento que he encontrado en “La guía del Médico Práctico” de Hutchison y Sherren editado en 1900:
“…Dadas las variaciones de dosis necesarias, es de mayor importancia que en todo caso grave se ponga el diagnóstico al abrigo de toda duda, por medio del examen de la sangre, porque será preciso recurrir a dosis heroicas para salvar la vida del enfermo”
“..Es preciso arrostrar el peligro de la intoxicación química, porque si no se detiene el curso de la enfermedad, sobrevendrá la muerte en el curso de pocas horas”.
Como medios coadyuvantes “Se han recomendado la fenacetina, la antipirina y otras sustancias antipiréticas”, “…No debe depositarse confianza alguna en estas sustancias como medios curativos, pero alivian la cefalalgia, favorecen la diaforesis y atenúan las molestias que el enfermo experimenta”.
“…En los niños que pasan de seis meses los enemas de quinina tienen gran valor y si se emplean dosis abundantes las convulsiones se calman rápidamente…. Cuando las dosis son menos crecidas, la mortalidad es mucho mayor. Estas dosis exceden mucho de las aprobadas por la Farmacopea británica y de las aprobadas por algunos autores, pero si el médico se dedica a administrar pequeñas dosis de quinina, el estado del enfermo será desesperado y aun estas dosis heroicas mismas podrían ser a veces insuficientes”.
Ya a mediados del s.XX comienzan a aprobarse los fármacos modernos de probada eficacia, aunque pueden presentar graves efectos adversos para la salud y su uso indebido provoca no pocas resistencias.
En 1947 se aprobó la cloroquina que proporcionó tratamientos más rápidos y eficaces contra el parásito, hasta el punto de llegar a plantear la erradicación de la enfermedad por lo éxitos obtenidos en esos años.
La mefloquina , fue aprobada a principios de los sesenta durante la guerra del Vietnam, donde los soldados estadounidenses tenían un enemigo paralelo: El “Plasmodium falciparum”.
La halofantrina, particularmente eficaz contra el agente causal de la forma severa de la malaria, el “Plasmodium falciparum”.
Primaquina y proguanil, para que las formas de patógenos que permanecen en el hígado no provoquen nuevos episodios de malaria.
Si hay problemas en el tratamiento de la malaria con patógenos resistentes, a veces se utilizan tetraciclinas en combinación con la quinina.
No obstante, como punto final comentar que la quinina aun hoy se sigue utilizando debido a los problemas que la medicación moderna provoca.
Report