Autor: Félix Castañón
Desde que en 1805 Friedrich Wilhelm Adam Sertürner aislara el alcaloide activo del opio y lo llamara morfina, esta se convirtió en el analgésico y sedante por excelencia del s. XIX, pero dados sus severos efectos adversos, se buscaba sintetizar un derivado igual de eficaz pero mucho más seguro. Podemos decir pues, que la heroína fue descubierta por casualidad, cuando en 1874 el químico británico C. R. Alder Wright, buscando una versión no adictiva de la morfina y pensando que creaba a partir de la acetilación del clorhidrato de morfina una tetraacetilmorfina, aisló la diacetilmorfina (heroína). Pero no fue hasta 1898 cuando el farmacólogo alemán Heinrich Dreser, de la casa Bayer, la presentó oficialmente en un congreso de médicos alemanes como un nuevo narcótico y analgésico tan potente como la morfina, pero absolutamente inofensivo, sin los serios problemas de adicción que esta creaba. Manifestó que la había probado en animales, en humanos e incluso en él mismo, asegurando que eliminaba el dolor, producía sueño y era absolutamente inofensiva. Los pacientes, aunque seguían percibiendo el estímulo del dolor, no lo interpretaban como tal, permaneciendo sedados, somnolientos y con una gran sensación de bienestar.
Fue este mismo año, casi a la par que la aspirina, cuando Bayer la comercializa con el nombre de heroína, nombre que hacía referencia a las sensaciones que experimentaban los pacientes que la probaban expandiéndose con gran rapidez su uso por Europa y América, mostrándose tres veces más activa que la morfina y absorbiéndose por cualquier vía, inhalada, inyectada, por vía oral, etc. Un año después de su lanzamiento Bayer ya producía casi una tonelada anual en comprimidos, pastillas, sales y jarabe.
En 1890 el Boston Medical and Surgical Journal ya defendía que era muy superior a la morfina, y añadía: «Ni es hipnótico ni hay riesgo de que cree adicción».
Fue tal la euforia en la casa Bayer por el descubrimiento que fue publicitada a gran escala en prensa y radio como remedio inofensivo para tratar múltiples afecciones gracias a su excelente acción calmante, en enfermedades como la tos y todo tipo de afecciones respiratorias, además de todas las patologías que requirieran una acción sedante. También se recomendaba en Psiquiatría para tratar la confusión aguda, la depresión o la neurastenia, y como no, en curas de desintoxicación de las morfinomanías, llegando a enviar muestras gratuitas por correo a los adictos a la morfina que desearan rehabilitarse.
Además en aquella época una de las causas de muerte infantil era la tuberculosis y el jarabe de heroína, mejoraba de manera espectacular las dificultades respiratorias; pero la recomendación en niños no se quedaba solamente en esta patología, si no que se recomendaba en estados de resfriado, tos, etc. Todo esto apoyado en fuertes campañas publicitarias dirigidas al consumo infantil, y en las que se presentaban escenas familiares de una madre dando la medicina a su niño, o niños merendando con gestos alegres, con slogans como “En la estación lluviosa: Jarabe Bayer de Heroína”, “En la tos fuerte: Jarabe Bayer de Heroína”, “La tos desaparece: con Jarabe Bayer de Heroína”, por lo que nunca faltaba en los botiquines caseros. El resultado fue nefasto ya que a finales del s. XIX la mitad de los adictos a la heroína en Estados Unidos eran amas de casa, incluso en la población infantil, entre la que era muy común que los niños fingieran estar acatarrados para poder seguir consumiendo el fármaco.
No tardaron en surgir las voces entre la clase médica advirtiendo sobre los peligros de la nueva droga, así en 1902, Jean Garrigue presentó en la Universidad de París su tesis doctoral, titulada Heroinomanía, analizando la adicción que la diacetilmorfina producía en algunos pacientes, y a la cual consideraba más esclavizadora que la morfinomanía. O el psiquiatra madrileño César Juarros que advirtió sobre la heroína que “es mucho más tóxica y peor soportada que la morfina”, afirmó, además, que “la heroinomanía es más peligrosa que la morfinomanía”, y la realidad era que si bien los pacientes abandonaban el uso de la morfina, sucumbían a los efectos del remedio, la heroína, droga que resultaba ser mucho más contundente, más tóxica y con mucho más grado de adicción, siendo la clave de todo que en el proceso de transformación de la sustancia en el hígado pues esta se vuelve a convertir en morfina. Estas voces, unidas a otras muchas, todas ellas basadas en la evidencia clínica, hicieron que Bayer retirara su producto del Mercado en 1913.
No obstante, además del famoso jarabe de heroína de Bayer, surgieron no pocos medicamentos que contenían en sus fórmulas cantidades nada despreciables de heroína, que se siguieron comercializando durante el primer cuarto del s.XX, como las pastillas Bonald
cinamobenzoicas con heroína para “toses, gargantas y preventivas de la gripe” y cuya caja costaba 2 pesetas; las pastillas Borbonet al precio de 1 peseta con la leyenda: “Combaten con éxito todas las enfermedades del aparato respiratorio”; o el jarabe benzo-cinámico heroinado del doctor Madariaga, recomendado como “especial para la tos y afecciones catarrales y auxiliar eficaz contra la tuberculosis”, que se despachaba en farmacias al precio de 3 pesetas el frasco; el jarabe de heroína del Dr. Villegas, anunciado en los periódicos nacionales con la siguiente leyenda: “Jarabe del Dr.Villegas a base de Bromoformo y Heroína. Alivia en el acto y cura toda clase de afecciones bronquiales. Los catarros crónicos, los tísicos, los asmáticos, los disneicos y cuantos padezcan la tos, ronquera, fatiga o expectoración, deben usarlo como remedio radical, seguro y exclusivo. Pídase en Farmacias". De las industrias foráneas que fabricaron heroína pura, apuntaré, por ejemplo, en jarabe la Martin Smith, o la farmacéutica Eli Lilly en envases de nada menos que 100 tabletas. Y por último incluiré las pastillas de la firma inglesa Allen and Hamburys, dichas pastillas, de las que incluyo una foto, asociaban a la heroína, nada menos que cocaína, por el efecto anestésico que ejercía sobre las terminaciones nerviosas, potenciando y de que manera, su eficacia en todo tipo de afección o dolor.
A continuación describo como ejemplo la alusión a la heroína de algunos libros médicos de la época:
Herzen en su “Guía Formulario de Terapéutica” de 1908, hacía las siguientes recomendaciones siguiendo las pautas del Codex Francés: En los dolores de la acromegalia : “Si es necesario, clorhidrato de heroína y extracto de cáñamo indiano a dosis de cinco miligramos en píldoras.
En los “dolores fulgurantes” de la ataxia locomotriz : Clorhidrato de heroína, 3 mgs. Con 5 mgs. de extracto graso de cáñamo.
En la tos de la tuberculosis, cuando sea intensa y perturbe el sueño, clorhidrato de heroína 10 ctgs. Y agua destilada de laurel-cerezo 10 gs.
En la bronquitis para calmar la tos y el insomnio, clorhidrato de heroína, 4 cgs.; mas extracto de beleño y raices de acólito .
Mendel, en el tratado de Medicina Clínica de W.Ebstein, de 1915, recomienda para tratar el insomnio producido en la angustia y la inquietud, la morfina, la dionina o la heroína en inyecciones hipodérmicas.
En el “Tratado de Farmacología y Terapéutica” de Pio Marfori, de 1926, en el que dice: “La heroína es mucho más tóxica que la morfina, pero su acción analgésica es menor”. Aun así prosigue con recomendación para “el tratamiento de la tos y dolores neurálgicos de los tuberculosos”, pero advierte que “produce una depresión considerable del centro respiratorio y que puede acarrear peligros”.
En el formulario Astier de 1928, aun se recomendaba de esta manera: “Ejerce una acción calmante electiva sobre la respiración, sin producir náuseas ni vómitos. Iguales peligros de hábito que con la morfina. Obra enérgicamente sobre la tos, y de un modo especial contra la tos de los tuberculosos, el asma y la disnea.” Y la recomendaban entre cinco miligramos o dos centigramos, en obleas, píldoras, poción, jarabe o solución, además de en inyección hipodérmica.
La presentación en jarabe era: “heroína, dos centigramos, agua de azahar, dos gramos; jarabe d tolú, c.s. para 60; recomendando tomar la mitad del jarabe al acostarse”.
Y la de solución hipodérmica: “ clorhidrato de heroína, cinco centigramos; agua de laurel real, dos gramos; agua destilada, c.s. para 10 c.c.”
En 1910, en España se recomendaba su uso para un cuadro muy amplio de síntomas y enfermedades: por su “excelente acción calmante”: contra la tos, en el tratamiento de la bronquitis, faringitis, asma bronquial y catarro pulmonar; por su efecto analgésico, contra el carcinoma gástrico, orquitis, ciática, esclerosis múltiple, crisis gástricas de los tabéticos, aneurismas de la aorta, afecciones blenorrágicas, dolores en la influenza, en la coqueluche y en la práctica psiquiátrica, “preferentemente como un buen medicamento sintomático”, para combatir los efectos de confusión aguda, depresión y neurastenia, debido a sus propiedades sedantes; y, finalmente, en las curas de desintoxicación de la morfina.
Fue en 1918 cuando se restringe su venta en boticas, al igual que sucediera con otras drogas como el opio, la morfina, la cocaína, el éter y el cloral, dispensándose únicamente con receta médica. Dos años después los Estados Unidos la incluyen en la ley de drogas peligrosas prohibiendo también su venta sin receta médica, para entonces en este país ya se estimaba que había unos 200.000 adictos a la droga.
En España en 1925 un gramo de heroína en cualquier farmacia española costaba 5 pesetas, como comparación, un kilo de carne costaba alrededor de las 6 pesetas. Ese mismo año, la enciclopedia Espasa Calpe la describía como “un buen sucedáneo de la codeína y la morfina, teniendo la ventaja de no provocar estreñimiento, ni crear hábito”.
Como anécdota, el primer periódico sensacionalista español editado en Barcelona, “El Escándalo”, publicaba en 1926 un artículo sobre la heroína, en el que decía: “la cocaína, venida a menos como una vieja hetaira está siendo desplazada
entre la gente de postín por la heroína”.
Finalizado el primer cuarto del s.XX en EE.UU. se decretó la prohibición incondicional de la heroína y siete años más tarde, concretamente en la sesión del 13 de junio de 1931, el Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones aconsejó la erradicación de esta droga.
En España, el verano de 1932 el Presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, decretó la prohibición de fabricarla e importarla incluso con fines terapéuticos en todo el territorio español, decreto publicado en la Gaceta de Madrid, cuyo artículo 1º establecía lo siguiente: “Se prohíbe la importación y fabricación en el territorio español, Colonias y Posesiones del Norte de África, de diacetilmorfina (diamorfina, heroína) y su clorhidrato”.
En Alemania, sin embargo se siguió vendiendo en sus farmacias hasta 1958 y no se prohibió totalmente hasta 1971.
Venta de heroina en farmacias alemanas hasta 1971
Hola, Félix:Me interesa mucho saber detalles y obtener la máxima documentación objetiva que demuestre la última frase de tu interesante artículo, que dice: ..."En Alemania, sin embargo, se siguió vendiendo en las farmacias hasta 1958 y no se prohibió totalmente hasta 1071".
Te agradecería me remitieses por email esta información. Muchas gracias por anticipado.
Saludos.
Report