Autor: Félix Castañón
La creencia más extendida sobre el origen de la palabra onanismo se remonta al texto bíblico, donde se cuenta la historia de Onan, hijo del patriarca Judá. Reproduzco aquí el texto del Génesis, cap. 38, versículos 1-10: “Sucedió por entonces que bajó Judá, apartándose de sus hermanos, y llegó hasta un adulamita, de nombre Jira. Vio allí a una cananea llamada Sué, y la tomó por mujer y entró a ella, que concibió y parió un hijo, al que llamó Er. Concibió de nuevo y parió un hijo, a quien llamó Onán; volvió a concebir y parió un hijo a quien llamó Sela; cuando le parió éste, hallábase en Quizib. Tomó Judá para Er, su primogénito, una mujer llamada Tamar. Er, primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yahvé, y Yahvé lo mató. Entonces dijo Judá a Onán: “Entra a la mujer de tu hermano, y tómala como cuñado que eres, para suscitarle prole a tu hermano”. Pero Onán, sabiendo que la prole no sería suya, cuando entraba a la mujer de su hermano se derramaba en tierra para no dar prole a su hermano. Era malo a los ojos de Yahvé lo que hacía Onán, y le mató también a él”.
No está claro si cuando copulaba con la mujer utilizaba el “coitus interruptus”, o si evitaba sus obligaciones masturbándose.
En la antigüedad la masturbación estaba bien vista y no fue sino en los inicios del cristianismo cuando se empieza a condenar esta práctica, así Augustine de Hipona (350-430 d.C.), obispo, explicaba que la masturbación, como otras prácticas que evitaban la penetración, eran pecados mucho más graves que la fornicación, el incesto, el adulterio o la violación. Como estos pecados podían conducir al embarazo se consideraba que eran pecados naturales, mientras que la masturbación al ser una práctica anticonceptiva era un pecado antinatural.
No voy a extenderme en toda la historia del onanismo y me ceñiré a los siglos XVIII, XIX y principios del XX, centrándome en los libros de Medicina que poseo de esas épocas.
En el s XVIII, Samuel Auguste André David Tissot, (1728-1797), médico suizo, alcanzó gran notoriedad al escribir el libro “El onanismo”, un ensayo sobre las enfermedades producidas por la masturbación publicado en 1761; traducido en 17 lenguas y que estuvo a la venta hasta bien entrado el s.XX .
Es con este ensayo con el que se introduce en España el concepto de la masturbación como vicio solitario y enfermedad grave que se ha de curar por el bien de los que la padecen y por el propio Estado, ya que una población sana y reproductiva podía prestar mucho mejor servicio a la Monarquía.
En este libro explica las múltiples alteraciones corporales producidas por “el vicio de la masturbación”, que puede incluso terminar con la vida del paciente. En el libro recomienda también los remedios contra este mal, como en la alimentación, el ejercicio, las horas de sueño, el alejamiento de las lecturas libidinosas, la estrecha vigilancia paterna de los más jóvenes y el alejamiento de los ambientes proclives a fomentar el vicio. Como tratamiento habla de la quinquina asociada a baños fríos. Una de las curiosas opiniones vertidas dice así: “La juventud es un tiempo importante para formar una salud robusta. No hay nada más que temer que el uso prematuro y excesivo de los placeres del amor; de aquí vienen las debilidades de la vida, los vértigos, la pérdida del apetito y también del debilitamiento del espíritu y la razón. Un cuerpo enervado en la juventud ya no vuelve más y la vejez es prematura y enferma y su vida corta”.
Tissot mantenía que el semen era el flujo corporal más importante, incluso más que la sangre, al respecto aseguraba: “influye de tal modo sobre las fuerzas vitales y la perfección de las digestiones que los médicos de todos los siglos han opinado y creído que la pérdida de una onza de este licor debilita y enerva más que la de quarenta onzas de sangre”. Establecía una relación del semen con el sistema nervioso y a este con el alma, por lo que su abuso tenía no solo sería un peligro para las fuerzas del cuerpo, sino también tendría serias repercusiones sobre el espíritu.
Relato aquí una de las primeras observaciones que describe en el libro:
“La pintura que ofrece aquí mi primera observación es asombrosa. Yo mismo me quedé espantado la primera vez que vi el desgraciado que es objeto de ella, y comprendí entonces más que nunca, la indispensable necesidad de mostrará los jóvenes los horrores del precipicio en que se arrojan tan voluntariamente.
L.D. reloxero de profesión, hombre casto, y que había gozado de una perfecta salud hasta la edad de diez y siete años; en esta época se entregó a la masturbación, que repetía todos los días, y en algunos tres veces. La violenta efusión era siempre precedida de una leve pérdida de conocimiento, y de un movimiento convulsivo de los músculos posteriores de la cabeza que la retraía fuertemente ácia atrás, y entre tanto el cuello se inflamaba extraordinariamente. Apenas había pasado un año en este vicio, cuando empezó a sentir una gran debilidad después de cada acto; este aviso de la naturaleza no fue suficiente para retraerle de su locura, su espíritu fascinado de estas inmundicias, no era ya capaz de otras ideas y las repeticiones de su crimen eran diariamente tan frecuentes, que le pusieron en un estado que llegó a temer la muerte. Esto lo conoció muy tarde, porque el mal ya había hecho tantos progresos, que era imposible su curación, y los órganos sexuales estaban ya tan habituados, irritables y débiles que no había necesidad de un nuevo tocamiento para arrojar profusamente la semilla. El más leve roce en los órganos sexuales causaba al instante una erección imperfecta, que era inmediatamente seguida de una evacuación de semen, la que aumentó considerablemente su debilidad. El espasmo que antes no padecía sino en la consumación del acto, y cesaba en el mismo punto, era ya habitual, y le atacaba frecuentemente sin alguna causa aparente, y de un modo tan violento que durante el tiempo del ataque, que era algunas veces de quince horas, y nunca menos de ocho, padecía dolores tan violentos en la parte posterior del cuello, que daba continuamente no gritos, sino aullidos espantosos……Perdió del todo las fuerzas, y se vio precisado á renunciar su oficio, incapaz para todo, oprimido de la miseria, y cuasi sin socorro se consumió en pocos meses: siendo tanto más lamentable su suerte, quanto un resto de memoria que conservaba (la que no tardó en desvanecerse) no le servía, sino para recordarle sin cesar las causas de su desgracia, y aumentar más y más el horror de sus remordimientos. Noticioso de su estado fui a verle, y hallé, no un viviente, sino un cadáver puesto sobre la cama, Magro, pálido, acecinado, despidiendo de sí un olor fétido, y cuasi incapaz del menor movimiento. Pendía continuamente por los caños de la nariz una sangre pálida y aquosa; le colgaba una larga baba de la boca, y acometido de diarrea echaba sin sentir los excrementos en la cama. El fluxo del semen era continuo; sus ojos llenos de lágrimas, enturbiados é inmóviles; el pulso muy pequeño, vivo y muy frecuente; la respiración muy anhelosa, la extenuación excesiva, excepto en los pies que comenzaban a ponerse edematosos. Su espíritu enteramente desordenado, sin ideas ni memoria; incapaz de combinar dos expresiones, sin reflexión, sin pena sobre su estado, y sin otro sentimiento que el dolor que venía con el accidente por lo menos cada tres días; en fin era un ser inferior al de un bruto, espectáculo de quien no se puede concebir el horror que causaba, y me daba pena considerar, que antes había pertenecido a la especie humana. Conseguí prontamente con los remedios fortificantes destruir estos violentos accidentes espasmódicos, de modo que no era tan cruel el sentimiento de los dolores. Contento con haberle aliviado en esto, cesé en el uso de los remedios que no podían mejorar su mal, del que murió después de pocas semanas en junio de 1757, edematoso por todo su cuerpo”.
Y sobre la masturbación en las mujeres refiere:
“Más sería incompleta esta obra sino se le hiciesen presentes al sexo delicado los grandes peligros á que se expone quando se entrega á estas abominables maniobras y corrupciones. Se bien que más de una vez padecen los males que se acaban de referir; y que todos los días mugeres entregadas á estos géneros de luxurias, mueren víctimas de sus desordenadas locuras. Los males hacen más estragos que en los hombres. Además de todos los síntomas que dexo referidos, las mugeres están particularmente expuestas á los histerismos ó vapores horrorosos, á ictericias incurables, á anxiedades y dolores de estómago, y de la espalda, a dolores vivos de nariz, fluxos blancos cuya acrimonia es un origen continuo de los escocimientos más dolorosos, de procidencias y exulceraciones de la matriz, y á todas las enfermedades que dependen de estos males, á la prolongación y sarpullido del clítoris, á furores uterinos que les quita muchas veces el pudor y la razón poniéndolas al nivel de los brutos más lascivos, hasta que una muerte desesperada pone fin á sus dolores y á su infamia”.
Opinaba además que si la masturbación masculina podía acarrear peligros de tipo social que podrían poner en peligro la reproducción del género humano, en las mujeres este acto depravado podía constituir una alteración de su rol social dado por la naturaleza como un “rol sexual pasivo” y convertirlo en una afrenta contra los principios, sociales, médicos y religiosos que prevalecían en la sociedad del siglo XVIII.
Antonio Ballano en su “Diccionario de Medicina y cirugía” de 1807, suscribe y hace referencia a Tissot y su tratado y enumera tanto los males físicos que se derivan de este “execrable vicio”, como las derivadas de la consiguiente pérdida moral. Aquí expongo su opinión en el citado diccionario:
“Es el uso forzado, solitario y desordenado de las facultades reproductices. De este abuso horrible nacen dos especies de males, unos dependientes de la irritación nerviosa, y otros de la inanición ó consunción, ocasionada por una evacuación excesiva. De aquí resultan en lo físico la palidez, la extenuación, el marasmo, la apoplejía, el letargo, el temblor, la parálisis, la pérdida de la vista y del oído, los espasmos, la artritis, la tabes, la tisis, etc. Y por último, la muerte; y en lo moral, la pérdida de memoria, la pereza, la inercia, la estupidez, la melancolía; y finalmente la demencia, que tal es el triste fruto que recogen las desgraciadas víctimas de este execrable vicio.
Los padres solícitos y prudentes apenas ven á sus hijos próximos a caer en él, deben hacerlos conocer el riesgo inminente que corren, y los horribles dolores con que un día ha de vengarse de ellos la naturaleza ultrajada. Antes que el mal haya hecho progresos, conviene mantenerlos en un régimen suave y refrescante, dándoles alimentos vegetales ó la carne de animales tiernos asada y sin ningún condimento, y substituyendo para bebida el agua natural á los licores espirituosos vino y café, que deben prescribirse absolutamente, á excepción de la buena cerveza. Se apartarán de su vista todas aquellas obras escritas en un lenguaje tierno y apasionado, ó tal vez en un estilo lúbrico, capaz de acalorar ó exaltar su imaginación demasiado viva y pronta á inflamarse: se los separará de los espectáculos de pinturas, de las compañías y de quantos objetos puedan exponer su continencia, se los acostará en una cama dura, con un simple colchón de cerda, y sin permitirles dormir largo tiempo; y por último se cuidará de exercitarlos mucho física y moralmente. No los será muy difícil á un padre ó á un maestro prudente convencerse por su semblante de la certeza de su crimen, y en ese caso deben advertirles el precipicio que ellos mismos están abriendo á sus pies. Por poco que los arredre la triste idea de vivir desgraciados o perecer en la aurora de la vida, habrán de tomar el partido que les dicta la sabiduría y la razón para conservar en su cuerpo y en su espíritu toda la fuerza y la energía que distinguen y caracterizan al hombre: por fin deben tener presente que el líquido destinado a la reproducción en la edad viril, debe reservarse todo para el incremento y conservación de las fuerzas físicas y morales de la adolescencia, y que contravenir á esta ley de la naturaleza es cometer un verdadero suicidio. Puede verse el tratado de célebre Tisot sobre el onanismo, en que pinta este vicio y sus funestas conseqüencias con los horribles colores que justamente deben distinguirle, como un oprobio de la especie humana”.
“Diccionario de las Ciencias Médicas” de 1823, escrito “por los más célebres Profesores de Europa”, en su tomo nº XXVII, describe así el onanismo:
“La tisis dorsal, dice Hipócrates, ataca principalmente a los recién-casados, lo mismo que á todos aquellos que en cualquier circunstancia se entregan á los excesos de la venus: pero con más frecuencia es el resultado del vergonzoso vicio de la masturbación. Esta enfermedad empieza por una debilidad y un sentimiento de laxitud general, acompañado de la ineptitud para los trabajos del cuerpo, y más principalmente del espíritu. Enseguida los enfermos empiezan á enflaquecer de un modo sensible, aunque en los principios no tienen fiebre, y conservan su apetito. Se quejan de una sensación incómoda de hormigueo en todo lo largo de la columna vertebral; entonces las digestiones se hacen mal y con desprendimiento de gases: el enflaquecimiento progresa, la evacuación de la orina y aun de las heces ventrales provoca la salida del licor seminal y del humor de la próstata; lo mismo sucede durante el sueño á causa de las ideas libidinosas que entonces se representan; los menores ejercicios les son fatigosos y les producen pesadez de cabeza, zumbido de oídos, etc. Todos estos accidentes siguen agravándose, hasta que por último aparece la fiebre más o menos tarde, y si la causa de estos accidentes continúa, los enfermos perecen en medio de los síntomas de fiebre héctica, caracterizada principalmente por una sensación de calor interno, mientras que en el exterior hay un frío notable. Entre los remedios para hacer cesar la evacuación del semen, el más útil es la aplicación del frio á la región de los órganos genitales y á los lomos, aplicación que debe continuarse con tesón hasta hacer cesar la excitación de dichos órganos. Algunos han aconsejado la compresión de los lomos por medio de planchas de plomo; pero ninguno de estos medios puede tener efecto si no se remedia la exaltación moral que produce la evacuación del semen, alejando todos los objetos que puedan provocar ideas libidinosas, y procurando persuadir al paciente que su muerte es inevitable si no cesan esas evacuaciones, por manera que el mismo terror y miedo de la muerte sea el astringente que le contenga”.
El diccionario de Medicina Coplan de 1844 describe la masturbación como una causa de agotamiento orgánico que predispone a la locura: “cualquier gran agotamiento orgánico y nervioso predispone y causa directamente locura”. “Los tres grandes factores para el agotamiento son: la masturbación, el libertinaje y los estímulos tóxicos; aunque el libertinaje no causa locura en grado similar a la masturbación”.
Escueta definición en el “Diccionario Nysten” de 1856:
“Excitación de los órganos genitales por tocamientos manuales; hábito funesto del que resulta una debilidad física y moral y á veces una imbecilidad completa ó extenuación mortal”.
En el “Formulario de Medicina Wiethe” de 1891, primero se analizan las causas que pueden inducir a la masturbación, para terminar con el tratamiento, que como se ve no se contenían con los métodos un tanto agresivos:
“Las causas son: eczema, balanitis, lombrices, malas lecturas, influencia perniciosa del ambiente en que se habita, negligencia de los padres, ropa demasiado caliente en las camas, etc. Tratamiento: Quinina, marciales, y sobre todo vigilancia activa, castigos, lecho duro, hidroterapia fría, cauterización del clítoris, incisión del prepucio por termocauterio, cloroformización, aparato protector de los órganos genitales”.
Faucault (1926-1984), en su libro “Los anormales”, describe la cruzada contra la masturbación en el siglo XIX no tanto como una moralización, como de una somatización, una patologización y añade que se produce en tres formas diferentes; la primera la describe como “la ficción de la enfermedad total”, descrita en los libros de la época como “una especie de enfermedad polimorfa, absoluta, sin remisión, que presuntamente acumula en sí misma todos los síntomas de todas las enfermedades posibles o, en todo caso, una cantidad considerable de síntomas. Todos los signos de la enfermedad se superponen en el cuerpo descarnado y devastado del joven masturbador”. Y expone un artículo de Serrurier en la biblia del cuerpo médico de principios del XIX, el Dictionnaire des Sciences Médicales:
“Ese joven se encontraba en el marasmo más absoluto; su vida estaba completamente apagada. Allí donde se encontrara, él satisfacía las necesidades de la naturaleza. Su cuerpo exhalaba un olor particularmente nauseabundo. Tenía la piel terrosa, la lengua vacilante, los ojos hundidos, toda la dentadura descarnada, las encías cubiertas de ulceraciones que anunciaban una degeneración escorbútica. La muerte ya no podía ser para él sino el final dichoso de sus prolongados sufrimientos”
Y continua diciendo Faucault: “La última forma en que encontrarán el principio de la somatización: los médicos de la época recurrieron a una suerte de verdadero delirio hipocondriaco mediante el cual procuraban conseguir que los enfermos mismos asociaran todos los síntomas que experimentaban a esa falta primera y fundamental que sería la masturbación. En los tratados de medicina y toda esa literatura de octavillas, prospectos, etc., encontramos una especie de género literario que es la carta del enfermo. ¿Los médicos escribían e inventaban esa carta del enfermo?. Algunas, por ejemplo, las publicadas por Tissot, son sin duda obra de éste; otras, con seguridad, son auténticas. Es todo un género literario”. Y cita un ejemplo sacado de un libro de Rozier “Les habitudes secrètes chez les femmes”:
“Esta costumbre me arrojó en la más espantosa de las situaciones. No tengo la más mínima esperanza de vivir algunos años más. Me alarmo todos los días. Veo avanzar la muerte a grandes pasos. Desde ese momento ( en que empecé con mi mala costumbre; M.F.), me afectó una debilidad que fue constantemente en aumento. A la mañana, al levantarme, tenía desvanecimientos. Mis miembros dejaban oír en todas sus articulaciones un ruido semejante al de un esqueleto que se sacudiera. Algunos meses después, al salir de la cama a la mañana, empecé a escupir y echar sangre por la nariz, tan pronto de color intenso como descompuesta. Sentía ataques nerviosos que no me dejaban mover los brazos. Tuve mareos y de vez en cuando náuseas. La cantidad de sangre que pierdo sigue aumentando, (¡y además estoy un poco resfriada! M.F.)”
Todo esto Faucault lo califica de “fabulación científica de la enfermedad” y achaca esta tendencia a “la Guía y la dirección de los propios médicos, como una especie de temática hipocondriaca, de somatización de los efectos de la masturbación". Explica después que este fenómeno masturbatorio hacía responsable al infante de todos sus males, pero tratando de exculparlo se achaca esta práctica al azar, al descubrimiento fortuito y natural de sus partes. “Pero si bien se invoca al azar, dice, la mayoría de las veces no es así. La causa de la masturbación que más se invoca en la cruzada es la seducción, la seducción por el adulto: La culpa viene de afuera”. Y añade este párrafo:
“¿Se nos podría convencer -se preguntaba Malo en un texto que se llama Le Tissot moderne, de que sin la comunicación de un masturbador, uno mismo puede convertirse en criminal?. No, lo que despierta la idea de este tipo de libertinaje son los consejos, las medias palabras, las confidencias, los ejemplos. Habría que tener un corazón muy corrompido para concebir al nacer la idea de un exceso contra la naturaleza cuya monstruosidad nosotros mismos apenas podemos definir” .
Dentro de lo que Faucault describe como “ la gran persecución física de la infancia en el siglo XIX”, nos detalla las técnicas de prevención que se utilizaban , como hacer dormir al niño con cuerdas atadas a las manos y en el otro extremo a las del adulto, así si este movía las manos el adulto se despertaba o los diferentes métodos mecánicos que se utilizaban para impedir la masturbación como las camisas de noche con jaretas abajo, los corsés; las vendas; el cinturón Jalade-Laffont con un corselete de metal con un tubo metálico horadado en el extremo para poder orinar cerrado con candados que se abrían una vez a la semana para limpiar al niño en presencia de los padres; la varilla de Wender, que se colocaba sobre el pene y se ataba; algunos cirujanos colocaban una sonda permanente en la uretra; entre los medios químicos estaban los opiáceos y los baños y lavativas con diferentes sustancias, por ejemplo la que inventó Larrey, cirujano de Napoleón, que consistía en inyectar en la uretra una solución llamada subcarbonato de soda (Faucault desconoce de que sustancia se trata), atando previamente con fuerza el miembro en la raíz para que la sustancia permaneciera en la uretra y no pasara a la vejiga, el método perseguía causar lesiones que tardaban días o semanas en curar, periodo en el que el niño no podría masturbarse. En las niñas los métodos eran la cauterización de la uretra y la cauterización y ablación del clítoris. Cuenta Faucault que a principios del XIX Dubois cercenó el clítoris a una enferma, que previamente se había tratado de curar atándole las piernas y las manos sin éxito. Se le cercenó el clítoris “de un solo golpe de bisturí”, comentó Dubois; luego le cauterizaron el muñón “por medio de un botón de fuego”. El éxito fue “completo”.
Faucault hace referencia a Deslandes, el gran teórico de la masturbación, que en 1835 comentó acerca de esta práctica: “Una determinación semejante, lejos de lastimar el sentido moral, se ajusta a sus exigencias más severas. Se hace entonces como todos los días, cuando se amputa un miembro: se sacrifica lo accesorio en bien de lo principal, la parte por el todo. (…) El mayor inconveniente sería colocar a la mujer así amputada en la categoría, ya tan numerosa, de las mujeres que son insensibles a los placeres del amor, lo que no les impide llegar a ser buenas madres y esposas modelo”.
También, como ya he comentado en mi artículo sobre la neurastenia, Sigmund Freud en 1896, mantenía que una de las causas que la producían era el “onanismo inmoderado”
En el “Tratado W.Ebstein”, ya en el inicio del s.XX, se hace esta descripción:
“El instinto sexual es unas veces escaso y otras, anormalmente exagerado. Durante la primera época de la juventud se observa á menudo el onanismo excesivo, y en los imbéciles no es raro notar aficiones sexuales contra natura.
También se consideraba como causa de las psicosis funcionales de acción mixta, es decir, psíquicas y somáticas, el onanismo, los excesos venéreos y una vida licenciosa. En el caso de la paranoia originaria, se comentaban considerables trastornos del desarrollo corporal, como notables deformidades del cráneo, trastorno general de la formación de los huesos, marcha y posturas peculiares, etc., que eran achacados a un abuso del onanismo en edad precoz”.
Ya al principio del s. XX, entre las clase médica se comienza a abandonar la teoría de la estigmatización en lo que respecta al plano físico de la masturbación, centrándose más en las consecuencias de tipo psicológico. Se empieza a hablar más abiertamente sobre lo sexual y se comienzan a enterrar mitos del pasado, aunque no resultó muy fácil, debido a la resistencia de la Iglesia por un lado, parte de la clase médica, el rígido aleccionamiento de algunos estados y el temor a compartir estas prácticas íntimas de unos individuos con el resto de la población, no en vano Faucault denominaba la masturbación como “el secreto universal, el secreto compartido por todo el mundo, pero que nadie comunica nunca a ningún otro”.
Por poner un ejemplo, en el manual de los Boy Scout de 1927 hay una arenga contra la práctica de la masturbación y como medida coercitiva describían al que la practicaba como un ser de músculos frágiles, espalda débil, ojos hundidos y sin brillo, manos húmedas, mirada huidiza, debilidad, fallos de memoria y en la capacidad de pensar. Estas arengas continuaron durante bastante parte del siglo XX, quien no recuerda cuando en los internados de los años sesenta era muy común que te dijeran que si te masturbabas expulsarías todo el flujo cerebral y como consecuencia te sobrevendría la muerte.
Antonio Vallejo-Nájera Lobón, médico español, primer catedrático numerario de Psiquiatría en la Universidad española, escribe en 1941 el libro “Niños y jóvenes anormales”, en el que trata, entre otros temas, el problema de la masturbación desde una visión psicopatológica, donde diferencia notablemente las consecuencias de este acto entre el hombre y la mujer. Aquí os dejo un párrafo de su obra:
“El onanismo conduce al retraimiento social, a la misantropía, tanto por la timidez que es su consecuencia inmediata, como porque la vida de ensueño sexual erótica en que se sumerge el masturbador le invitan al aislamiento, que por otra parte le facilita sus satisfacciones. Prontamente se hace el masturbador un sujeto irritable, nervioso, huraño, que carece de alegría para el trabajo y que duerme mal. Las consideraciones de orden moral o religioso que se hace el joven para combatir su vicio y la perniciosidad que cree tiene para su salud, son frecuente causa de neurosis de angustia, conducentes al suicidio en no pocos casos. La vida psíquica del masturbador en la época de pubertad se desliza entre dudas y escrúpulos, vive en una especie de terror sacro para todo lo que respecta a la sexualidad, atemorizado por el peso de una falta degradante, se llena de remordimientos a propósito de poluciones banales y de las sensaciones más o menos voluptuosas que las acompañan. El confesor al que suele consultar, le consuela y tranquiliza, pero los efectos desaparecen pronto, se considera sin valor moral y marcado por un estigma degradante. Muchos remedios se han propuesto contra el onanismo, siendo los peores los castigos corporales, reprimendas privadas o públicas, penitencias, etc... todo aquello que infunda terror, pues no sirve para otra cosa que para originar una neurosis de ansiedad.
Se obtienen resultados mucho más satisfactorios inculcando en el joven sentimientos estéticos que le hagan repugnante el acto onánico, pintando con cálidos colores lo feo y asqueroso del vicio, pero sin amedrentar al culpable. Claro está que el ejercicio corporal, la conveniente alimentación, abstención de café y alcoholes, pocas horas de sueño y en cama dura, etc. contribuyen eficazmente a separar la imaginación de las representaciones mentales eróticas que llevan al auto deleite.
Sin afanes de moralista y desde un punto de vista estrictamente psicopatológico, hemos de considerar la desvergüenza típica de la muchacha moderna como una de las causas del frecuente onanismo femenino. Es propio de la joven de la presente época cierta sed de excitantes, de curiosidad perversa, de ansia de impresiones, de falta de escrúpulos, de impudor, que la impulsan a la búsqueda de impresiones sexuales sin que en ello jueguen sentimientos amorosos hacia el hombre que ha de procurarles aquellas. Se han pedido demasiados derechos iguales para ambos sexos, derechos también en la libertad de entregarse al amor, cuyas consecuencias no son las mismas para el varón que para la hembra”.
No es hasta principios de los setenta del siglo XX cuando la American Medical Association declara que la masturbación no es una enfermedad y debe considerarse una práctica normal. Como anécdota diré que este hecho coincide con el mismo año en que la Asociación Mundial de Psiquiatría determina que la homosexualidad no debe considerarse una enfermedad.
A partir de estas fechas, los movimientos feministas comienzan a moverse y declarar que la masturbación es un acto primario de la sexualidad femenina. Para documentar estas reivindicaciones leo un texto de la norteamericana Nancy Friday, en su libro “mujeres arriba”: "La masturbación nos enseña que somos sexualmente activas por nosotras mismas, independientemente de cualquier otra persona; es un excelenteejercicio para aprender a separar amor y sexo; es útil para el aprendizaje de lo que nos excita, lo que nos permitirátener mejores orgasmos y convertirnos en mejores compañeras sexuales; nos enseña la anatomía genital y nos ayuda a aceptar el resto de nuestro cuerpo; nos permite tener orgasmos más rápidos y potentes en las relaciones sexuales; nos hace mejores candidatas para la responsabilidad anticonceptiva con métodos de barrera y nos forma para la educación sexual de nuestros hijos".
Más tarde con la llegada del SIDA y el aumento de los embarazos entre la población de adolescentes en EEUU, se trata de llevar a cabo una campaña de sensibilización a favor de la masturbación como una forma de sexo seguro. La propia revista lancet publica un artículo al respecto.
En nuestros días se considera que la masturbación es beneficiosa para la salud del individuo y de la pareja. Pero hoy, la Iglesia Católica aun lo califica como un grave desorden moral y un pecado grave. Transcribo aquí, como ejemplo, un párrafo dela Declaración "Persona humana", de la Congregación para la Doctrina de la Fe: “Sea lo que fuere de ciertos argumentos de orden biológico o filosófico de que se sirvieron a veces los teólogos, «tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado. La razón principal es que el uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice esencialmente a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine. Le falta, en efecto, la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero”.
El Diccionario de la RAE lo describe como: “Estimulación de los órganos genitales o de zonas erógenas con la mano o por otro medio para proporcionar goce sexual” y la Enciclopedia Británica lo describe como agradable, sedativa e hipotensora.
Como ya comenté anteriormente, está considerada como una forma de sexo seguro, sobre todo para la prevención de contagio de enfermedades.
Como anécdota dejo aquí la frase de Woody Allen refiriéndose a la masturbación: “Es como hacer el amor con la única persona que amamos verdaderamente”.
Tal vez, la necesidad de las sociedades antiguas de garantizar un número de individuos suficientes para hacerlas fuertes, condicionara una actitud de rechazo de una distracción del impulso sexual hacia algo tan poco "productivo", para ellas, como es la masturbación. Pero ¿por qué hoy continua siendo el "secreto universal"? Es posible que en la sociedad moderna persista el mismo temor inconsciente (o consciente) hacia ella, que históricament e ha condicionado su rechazo.
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