Autor: Félix Castañón
Mi aportación de hoy trata del primer antibiótico desarrollado en laboratorio y comercializado por una compañía farmacéutica a principios del s.XX. Bueno lo denomino antibiótico, aunque este término no fue utlizado por primera vez hasta bien avanzada la primera mitad del s.XX, a partir de 1928, que fue cuando Fleming descubrió la Penicilina G, pero eso es otra historia que contaré en otra ocasión.
La sífilis o “enfermedad vergonzosa” Asolaba Europa a inicios del siglo XX, llegando a la cifra de más de un millón y medio de infectados. Solo en Francia, se registraban hasta tres mil muertes por año.
El tratamiento hasta entonces se hacía a base de formulas vegetales , de ungüentos y cremas, se hacían curas con mercurio y potasio, pero nada resultaba eficaz. La conclusión era que los que la padecían estaban condenados a sufrir la vergüenza y el anonimato en una larga y horrible infección que los llenaba de llagas, degenerando el sistema cardio-vascular y cerebral, para después sobrevenirles la muerte más horrible.
El bacteriólogo alemán Paul Ehrlich (Premio Nobel en 1908) desarrolló en 1901, tras experimentar con varios compuestos basados en arsénico, una sustancia muy eficaz en el campo de la quimioterapia para curar la sífilis y otras infecciones causadas por protozoos y bacterias, denominada por él la bala mágica o 606 (por ser fruto de 606 experimentos) de nombre comercial Salvarsan.. Fue la compañía farmacéutica alemana Farbwerke-Hoechst, quien fabrico grandes cantidades de este antibiótico. Fueron los primeros en desarrollar una molécula en laboratorio, con el objetivo de tratar diversas enfermedades hasta entonces desastrosas para la población. El resultado fue extraordinario y en 1910 ya se trataron diez mil casos solo en Europa. Posteriormente, en 1914, desarrolló junto a su ayudante, el que fuera denominado durante mucho tiempo el Ehrlich 914, (por ser su trabajo número 914) o NeoSalvarsan.
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